Por Patricio
Montesinos
Hace 17 años el
fallecido papa Juan Pablo II visitó Cuba y sugirió entonces que la Isla caribeña se abriera al
mundo, y el mundo se abriera a ella, lo cual ha sido cumplido por la mayor de
las Antillas, como siempre ha hecho a lo largo de su historia, cuando
algo ha prometido.
En aquel momento,
los añejados y retorcidos adversarios de Cuba apostaban a que el viaje pastoral
podría servir para hacer tambalear, o incluso dar al traste, con la Revolución iniciada en
1959 y comandada por su líder histórico Fidel Castro, pero una vez más tales
alucinaciones terminaron en pesadillas.
Juan Pablo II, a
quien le adjudicaron el derrumbe del Socialismo en Polonia y en otras naciones
de Europa del Este, se fue satisfecho de su estancia en el más grande
archipiélago del Caribe, no solo en extensión, sino también en hospitalidad,
dignidad, resistencia y solidaridad, como es reconocido por la comunidad
internacional.
Años después, en
2011, el exsecretario de Estado del Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone,
escribió en un libro suyo que Fidel Castro fue el mandatario que mejor atendió
y el que más se preparó para recibir al “bautizado” como el “papa viajero”.
Las relaciones
entre el Vaticano y Cuba se fueron intensificando, lo que abrió el sendero a
una segunda visita de un Sumo Pontífice a la Isla, la de Benedicto XVI en 2012, encargada al
presidente Raúl Castro, y exitosa también como la de Juan Pablo II, en 1998.
Las autoridades
de La Habana
demostraron a sus huéspedes ilustres cuán abiertas siempre estuvieron al mundo,
no obstante se aperturaron más, “sin pausas pero sin prisas”, y esclarecieron
que eran otros los que permanecían cerrados a reconocer a la Revolución cubana.
La historia se
hizo cargo de patentizar la verdad de Cuba, la cual con su persistencia y
ejemplo, además de la solidaridad y muestras de apoyo recibidas de todos los
pueblos y de la inmensa mayoría de los gobiernos del mundo, hizo recapacitar a
su vecino y poderoso enemigo, Estados Unidos.
Washington parece
haber entendido que por la vía de la fuerza y el bloqueo no rendirá nunca a los
habitantes de la mayor de las Antillas, y que el dialogo de igual a igual es la
única forma de poner fin a una prolongada confrontación entre dos países muy
cercanos geográficamente.
En diciembre
pasado, los máximos dignatarios, de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba,
Raúl Castro, anunciaron el inicio de negociaciones para la normalización de los
vínculos bilaterales, a cuyo acontecimiento sin precedentes contribuyó el ahora
papa argentino y latinoamericano Francisco.
Raúl Castro
agradeció los esfuerzos en ese sentido realizados por su Santidad Francisco, el
tercer Sumo Pontífice que visitará la nación antillana en menos de 20 años,
previo a un viaje pastoral a territorio norteamericano en septiembre venidero,
según confirmó esta semana el Vaticano.
En los últimos
días por las redes sociales y medios alternativos circuló una información
acerca de que Fidel Castro, en la década de los años 70, respondió a una
interrogante de un periodista pronosticando que las relaciones entre Estados
Unidos y Cuba se arreglarían cuando en la Casa Blanca hubiera un
presidente negro, y en el Vaticano un papa latinoamericano.
No tengo la
confirmación de esas declaraciones, sin embargo todos sabemos que el líder
histórico cubano tiene una marcada vista larga, y como dijo una vez el
mandatario argelino Abdelaziz Bouteflika: “Fidel viaja al futuro, regresa y lo
explica”.
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